La Berlinale se estremece con los abusos en la Iglesia francesa


François Ozon compite en el certamen con ‘Gracias a Dios’, la reconstrucción de la tragedia de 70 víctimas de un cura de Lyon que supuso un terremoto en su país.

GREGORIO BELINCHÓNEnviado especial a Berlín 9 FEB 2019 - 11:47 CET


En junio de 2014, Alexandre Guérin, ejecutivo de éxito, padre de cinco hijos, católico practicante en la ultracatólica Lyon, se encontró con un antiguo compañero de los scouts de la parroquia de su infancia, San Lucas. Ambos recordaron haber sufrido abusos por parte de un sacerdote, el padre Bernard Preynat. Guérin volvió a casa, habló con su esposa de aquellos dos años a mitad de los ochenta, en los que el cura se propasó con él, crío indefenso, en el laboratorio fotográfico de la iglesia y en los campamentos de verano (de uno de ellos, celebrado en Portugal en 1986, Guérin salió asqueado y dejó los scouts), e investigó en Internet el destino del padre Preynat, al que habían apartado de la educación infantil. Para sorpresa, descubrió que Preynat había vuelto a las catequesis con niños. Y en el mismo Lyon. Así arranca Gracias a Dios, la nueva película del cineasta francés François Ozon, que ayer conmocionó en su proyección en la Berlinale, el relato de un caso que en Francia ha supuesto un terremoto social. Por los abusos a más de 70 niños y por el presunto encubrimiento de sus delitos por parte de la jerarquía eclesiástica.

Ozon, Concha de Oro del festival de San Sebastián con En la casa (2012), y uno de los cineastas más prestigiosos de su país, a la vez que de los más juguetones con sus personajes y sus cambios de género, concursa por quinta vez en la Berlinale, adonde ha llegado bien pertrechado de argumentos con una película en la que se describen los hechos con sumo cuidado y respeto. "No es una película sobre el caso judicial, sino sobre las personas, las víctimas. Todo lo que se cuenta ya ha aparecido en la prensa, Francia entera lo conoce", aseguraba en la rueda de prensa, alejándose así de posibles denuncias por libelo. "Yo solo espero que la película sea útil para la sociedad. Es cierto que la Iglesia católica guarda silencio sobre estos hechos, pero la pederastia se comete en más sitios: en el deporte, en las familias... No lo olvidemos", contaba.

El realizador encontró su historia en Internet. Guérin, convencido de que los trapos sucios se lavan en casa, recurrió al cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lyon, para que condenara públicamente los hechos y apartara a Preynat. Tras varias reuniones, una de ellas con el mismo Preynat, que declinó pedirle perdón aunque reconoció los hechos, se dio cuenta de que las autoridades eclesiásticas estaban mareándole, por mucho que el papa Francisco hablara de tolerancia cero con los curas pederastas. Guérin denunció los abusos a la policía, aunque al haber transcurrido más de 20 años los delitos habían prescrito. Sin embargo, prendió la mecha: la investigación judicial encontró más delitos cometidos posteriormente. Las víctimas se fueron conociendo unas a otras y crearon la asociación Palabra Liberada. "Encontré en Ia Red la web de Palabra Liberada, leí la declaración de Alexandre, y algo encajó dentro de mí. He hecho muchas películas sobre mujeres fuertes y quería ahora rodar una sobre hombres que contaran sus emociones. Me reuní con los miembros de la asociación, y entendieron que quisiera hacer una filme de ficción".

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